domingo, 15 de julio de 2012

ROSCOE MOSCOW, EL COMIENZO DE ALAN MOORE

En el año 1979 Alan Moore inició su carrera profesional en el mundo del cómic, a sus 25 años. No pasaba precisamente por buenos momentos en lo económico, con una hija pequeña y sin empleo. Anteriormente sólo había estado en trabajos comunes y, sin embargo, tenía puesto todo su empeño en conseguir ganarse la vida mediante su hacer artístico, decisión latente en él después de una creativa etapa adolescente en fanzines y movimientos culturales de su ciudad Northampton. De modo que tras un periodo en blanco, fue este año cuando al fin lo consiguió.

Aunque desde años antes ya colaboraba de forma desinteresada con varias publicaciones (les enviaba páginas o tiras cómicas con las que darse a conocer), no encontró un hueco para él en el mercado inglés hasta que envió dos entregas de una historieta de media página a la revista semanal británica sobre música –principalmente rock- ‘SOUNDS’. Iba de un detective algo inusual que debía resolver el caso de “¿Quién mató al rock and roll?”; básicamente suponía un puñado de viñetas divertidas llenas de referencias musicales dirigidas a un público adolescente interesado en el tema. El motivo argumental en substancia podría resumirse en la visión de Alan Moore de que la aparición de nuevos tipos de música como el punk o la música electrónica estaban desplazando la predominancia del rock and roll. No necesariamente se trata de una crítica, sino una constatación, ya que Moore admira o conoce a muchos de estos nuevos músicos que surgían en ese momento. De modo que el proyecto de la tira gustó, Moore fue contratado y desarrolló la historia “ROSCOE MOSCOW” durante 60 episodios, desde el 31 de marzo de 1979 hasta el 28 de junio de 1980, firmada bajo el sobrenombre de Curt Vile (en homenaje al compositor judío Kurt Weill).

‘Sounds’ se editaba en tamaño A3 y su espacio ocupaba media página, emplazado a menudo junto a otra tira de otro autor, Lápiz Salvaje (Edwin Pouncey), titulada “Rock n’ Roll Zoo”, que éste realizaba para la revista desde 1976. Ambos realizaron incluso colaboraciones entre sus creaciones y afianzaron una amistad que dura hasta hoy.

La ocasión suponía la primera oportunidad para su profesionalización artística, como decimos, y el inglés lo tomó como un reto cada semana. Moore trataba sobre todo de ser experimental y divertirse en el rectángulo que le daba su página apaisada: diferentes esquemas de viñetas y rótulos para el título, cambio en las técnicas de dibujo (por ejemplo, a veces trabaja directamente con fotografías), estilos y continuas referencias y homenajes a otros personajes y autores que le interesaban o que se estaba mirando, y también demuestra maestría en los diferentes usos del lenguaje (de lo vulgar hasta lo culto). También en lo argumental, pues su guión era autoconclusivo cada semana, pero en la última viñeta dejaba abierto el argumento para proseguir la continuidad en el caso que iba investigando Roscoe.

El protagonista, un antihéroe, es definido por su mismo autor de esta manera: “Roscoe no pretende ser un personaje agradable: le aterrorizan las mujeres, le aterrorizan los homosexuales, tiene una profunda y xenofóbica aversión hacia los extranjeros, porta una tarjeta de los republicanos que hicieron campaña por Nixon, es alcohólico, un impotente sexual neurótico que no puede conservar un trabajo y que viste como un detective privado como parte de un patético intento de autoestima. Es un imbécil, simple y llanamente”. Él constituye el vehículo de la historia, no sólo porque participa de sus acciones, sino porque es el narrador en primera persona al modo que se hace en el género negro, pero usando el recurso del disparate al describirnos en tiempo presente todo lo que va ocurriendo en la escena, incluso lo que él mismo dice en el momento en que se lo comunica al interlocutor, y su habla siempre se centra en cosas extravagantes o contradictorias pero de las que él mismo está totalmente convencido, lo que implica que se produzcan desternillantes situaciones y equívocos, como esta viñeta del capítulo 8 que vemos en la imagen abajo, y que por otra parte ejemplifica la permanente implicación de Moore en la lucha contra la homofobia.

La narración de la aventura se conduce mediante la aparición de pistas, localizaciones y sujetos sospechosos para encontrar al asesino del rock and roll (llamado cariñosamente “Rocky”), tomando continuamente giros inesperados basados en la técnica del absurdo, y el uso de un protagonista del que burlarse. El conjunto constituye todo un ejercicio de retórica, utilizando principalmente la ironía, es decir, manifestar lo contrario de lo que se quiere expresar; esto no es más que un medio para satirizar o criticar cualquier cosa que sucedía alrededor de Curt Vile cada semana, intentando contarla con ingenio y humor, tanto visual como lingüístico, aunque sin dejar todo el contenido explícito porque busca siempre que el lector tuviera que participar en la interpretación del mensaje, para provocarle o hacerle pensar, ya que el autor siempre lo “considera muy inteligente”. Precisamente de esta acción surge un punto polémico de la historia, cuando el protagonista demuestra un turbador sentimiento de filiación y simpatía hacia el nazismo. Tradicionalmente, lo que se pone en manos de la figura más visible de una ficción es con lo que más nos solemos identificar, y por eso esta decisión arriesgada le arrojó críticas en su momento. Una explicación lógica es que la opción de Moore por esta estrategia podría obedecer a que por la época, a finales de los 70, se estaba extendiendo el uso de la iconografía fascista en diversas estéticas de grupos de música (incluso en estrellas visibles como David Bowie). Pretendían la provocación al ser símbolos tabús para la sociedad, y con los que probablemente se estaban familiarizando muchos lectores de ‘Sounds’. 
 
En nuestra opinión personal, se entiende perfectamente el sustrato de lo que Moore pretende hablarnos, que es su oposición a esta ideología. Continuando con el ejercicio de retórica, y si nos permiten la licencia de comparar este cómic con los versos, es como si empleara el retruécano, es decir, repetir los mismos elementos de una composición pero con otro orden que le dé un sentido totalmente distinto. Sin embargo, es verdad que en una lectura rápida o superficial la actitud de Roscoe o la imaginería nazi pueden despertar recelos, que desaparecen si hacemos una apreciación más profunda por nuestra parte y nos fijamos en que no es más que una invención para ridiculizarla. Si se lee completa la serie de ROSCOE MOSCOW, veremos que al final Moore incluso conseguirá despertarnos cierta emoción ante la tragedia de la locura o el alcoholismo en el protagonista.
En ocasiones, al ser preguntado por la inspiración que tomó al realizar ROSCOE MOSCOW, Moore nos ha señalado la obra “ACE HOLE, el detective enano” de Art Spiegelman, parodia del detective privado tipo que realizó en los 70. Asimismo, el teórico Greg Strokecker ve relación también con otro personaje coetáneo a Roscoe, “THE OMEGA REPORT” (1978) de Bryan Talbot, que combina el género negro, la ciencia ficción y el rock and roll.
  
En sus episodios, Roscoe Moscoe es rodeado a su vez de otros personajes habituales como su esposa Maxine, que desde el episodio 5º nos conecta ya a la realidad de lo que estamos leyendo: Roscoe no es en realidad un investigador, sino que cree serlo por su problema con el alcohol, lo que va dando mayor sentido de humor. Otros participantes son el cuervo imaginario Mycroft que sólo ve él cuando está borracho; Wiggy Pulp, artista que se autolesiona y que le echa una mano en la investigación; el doctor Zoltan Von Zigoto, psiquiatra de Moscow; o Curt Vile, inserción del mismo Moore pero en una versión malévola que cuenta desconcertantes e ininteligibles historias sobre personajes de extrema derecha (cercanos al fascismo) y que va portando incluso esvásticas, otro elemento retórico para potenciar la burla.

Además, el número del resto de secundarios que nos acompañan en la lectura es extenso, creados expresamente o parodiados, ofreciéndonos un enorme despliegue por las tiras que demuestran una admirable habilidad para realizar caracterizaciones y provocarnos unas risas.

Aunque la historia funciona bastante bien y se va hilvanando con genialidad y elevadas dosis de entretenimiento, los conceptos que se van exponiendo en esta primera piedra de toque no son tan complejos o sofisticados como los que Moore irá alcanzando en sus guiones posteriores; más bien contemplamos a un creador receptivo a estímulos y en pleno proceso de formación, aprendiendo a narrarnos visualmente sus ideas, afinando su ironía y su manera de describirnos las cosas, en definitiva cultivando habilidades para la escritura y la comunicación de pensamientos que bullían en su cabeza por entonces.

Durante los dos años que permaneció haciendo ROSCOE MOSCOW, Alan Moore se concentró intensamente en mejorar su dibujo. Según nos cuenta, le suponía media semana el realizar cada página -de tamaño A3-, dedicándole la jornada de la mañana (porque por las tardes prefería escribir). A veces veía o escuchaba mientras las noticias, para atrapar ideas de actualidad aquí o allá. La ilustración la concebía profusa, recargada de personajes, fondos perfectamente estudiados y elementos o mensajes complementarios a la historia –a menudo disparatados- con objeto de enfatizar las situaciones y provocarnos una sonrisa. Cada viñeta la acababa con esforzados sombreados y rellenos de puntitos para dar volumen y buscar una terminación más bella. Incluso los bocadillos y la rotulación manual se van adaptando al llenado que pretende y al estado de ánimo de los personajes. Comenta Moore que siempre cumplió los plazos con los que se había comprometido y que los editores no parecían disgustados con el resultado de su trabajo. Al trabajar con múltiples referentes gráficos, se aprecia cómo va intentando encontrar su propio trazo al dibujo y sobre todo la irradiación tan potente que le producen el estilo de Will Eisner, los cómics de terror de la época y las aventuras de superhéroes, aunque la documentación que más notoriamente le cautiva es el hacer del comix underground, con su estética en blanco y negro, los paisajes surrealistas, las exageraciones, las transgresiones o la experimentación en la configuración de la página; especialmente, en entrevistas nos ha destacado el influjo que le provoca Robert Crumb “dibujando los personajes como si fueran basura” y su manera de acoger abiertamente temas como el sexo, la violencia, las drogas o la protesta social.
Quizás si Alan Moore hubiera continuado dibujando hasta la actualidad podría haberse hecho con un estilo depurado y un nombre en el panorama, y pese a que siguió en la tarea hasta casi finales de los años 80 nos afirma que ya tras ROSCOE MOSCOW tomó la decisión de que debía dedicarse a otros menesteres, prefería más particularmente la escritura, donde veía que podía destacar más. Las razones que argumenta son varias; la principal es que no era rápido con los lápices, y eso le retrasaba, al realizar cada ilustración no podía contar tantas cosas como deseaba ni publicar tantos proyectos (y tenía en mente la responsabilidad de sacar adelante su economía familiar); por otra parte, se considera perezoso como artista, porque había cosas que no le importaba dominar en su trazo, como la anatomía o la expresividad, sobre todo viendo la perfección que alcanzaban los dibujantes que se  sumaban a los guiones que él iba confeccionando paralelamente en estos años para las editoriales. No convencido de sí mismo, en cambio el esfuerzo vertido le ayudó a desarrollar una profunda sensibilidad hacia el oficio del dibujante, y en lo venidero fue pensando sus guiones no sólo acorde a su forma de entender la historia, sino también adaptados a la manera de hacer las cosas de cada uno de sus colaboradores, otros problemas aparte con ellos, pero desde siempre ha respetado y valorado tremendamente el resultado de sus esfuerzos.

Por lo tanto, después de su primer trabajo en ‘Sounds’, Alan Moore simplemente proseguiría realizando sus cómics completos porque se sentía a gusto y quería cumplir sus compromisos, pero, como él mismo afirma en diversas ocasiones, a partir de este momento mejorar el apartado gráfico ya no era una obsesión para él, sino sólo un instrumento más de los que utilizaba para contar cosas, como podía ser un texto, una canción o una performance.

Fueron muchas las alusiones vertidas en ROSCOE MOSCOW, que nos señala claramente el teórico Andrew Edwards. Entre las musicales, seguro perfectamente entendibles por iniciados en el tema o lectores contemporáneos a la revista, la distancia en el tiempo y mi particular desconocimiento del tema me hace perder mucho en este texto que estoy escribiendo. Algunas de las más importantes en el argumento, que conducen a la muerte del rock and roll las podemos ver en la imagen sobre estas palabras: David Boko (David Bowie en la vida real) es un demonio lovecraftiano con un papel predominante en el panorama musical de la época que sabe algo de la muerte de “Rocky”; es auxiliado por Wiggy Pulp (Iggy Pop); los Kraftwerk (Rafiawerk) participan en la conspiración y se interesan por lo que va averiguando Moscow; o los Stick Pimples (Sex Pistols) creadores que participan en la “conspiración” con los managers de que la música ya no sea tanto arte como un negocio. Otras alusiones son a los superhéroes, como un género ya agotado: Brain One, por Brainiac 5 de DC (también podría ser una cita musical a Brian Eno); los científicos Sivana Brothers por el Doctor Sivana del Capitán Marvel; el Sargento Gutz y sus maniacos mutiladores por Sargento Fury y sus Comandos Aulladores; Rocket Redglare (traducido, “Cohete de luz deslumbradora”) el antiguo Capitán Billy ya retirado por ser muy viejo, en homenaje a Steve Rogers el Capitán América; la Cerilla Humana –ya consumida- en lugar de la Antorcha Humana; Plastilina Man por Plastic Man; Oso Australiano Man por Batman; el Silver Sufre por Silver Surfer; Green Letrina por Green Lantern; Doctor Ligeramente Anormal por Doctor Extraño; o incluso la “Polla Voladora”.

Sobre toda esta parodia gamberra y rompedora de esquemas montada en la narrativa para ROSCOE MOSCOW, Andrew Edwards nos señala un sugerente punto de vista, al afirmar que la ridiculización extrema de estos elementos que Moore observa en la cultura occidental en la que vive constituirá para él un acto de maduración, un hito en su carrera que dará paso en su futuro inmediato a la creación de conceptos frescos y sofisticados sobre los superhéroes en obras como “Marvelman” o “Watchmen” y a la introducción de muchos de los temas tabús que hemos mencionado, pero a partir de ahora tratados de una forma seria y comprometida. No obstante, nos parece que en muchas de sus obras posteriores será capaz de cambiar de registro con elegancia y acierto, incluso dentro de la misma historia. Humor y drama convivirán por sus trabajos como en la vida misma, por lo que la experiencia desarrollada en Sounds nos parece tremendamente enriquecedora para su consagración como autor.

Cuando en 1980 llegó la oportunidad para Alan Moore de escribir guiones para la editorial 2000AD, centrados en el género de la ciencia ficción, cambió la temática musical que seguía en ‘Sounds’ para optimizar sus estudios de documentación, finalizando Roscoe y comenzando así una nueva serie de continuidad para la revista que ahora parodiaba la CI-FI: “THE STARS MY DEGRADATION”.

La verdad es que se ha hablado relativamente poco de estos trabajos iniciales de Alan Moore, y es difícil encontrar acaso una referencia aquí o allá. Indudablemente, parte de la culpa de este desconocimiento o minusvaloración la tiene el que no hayan sido reeditados desde su publicación en los 80, por expreso de deseo de su autor, que no desea cobrar dos veces por un trabajo que reconoce que no es el Alan Moore que conoce o espera el público en general. Sin embargo, recientemente se mostró satisfecho ante la idea de que permanezcan disponibles para su descarga libre y gratuita en Internet, tarea en la que se han aplicado en 4COLOR HEROES, especialmente hay que agradecer a Pádraig Ó Méalóid . Estos últimos años, en lugares web como BLOG DE ESPIRAL y ahora EMBRYO – A.Moore en español nos ha parecido estimulante capitanearnos por varias actividades, una de ellas ha sido concentrarnos en rastrear las primeras huellas que Moore fue hoyando en el medio del Cómic, para lograr alumbrar un mapa más amplio de ese enorme poliedro que compone la creatividad de este particular autor. El ejercicio que nos propusimos para abordar el tema ha sido alumbrar estos trabajos en lengua española para experimentarlos minuciosamente, en colaboración con un amplio repertorio de estudiosos hechizados por el arte mooreano. Un proceso duro, extenso en el tiempo, que nos exige exclusividad, y de escasos resultados directos; supone casi como apartarnos de lo terrenal en un ritual mágico, pero que sin duda nos espolea enormemente en lo personal y que en lo general nos parece que puede aportar un capa más al fresco histórico del medio Cómic. Mientras tengamos la oportunidad, seguiremos insuflando aire a esta labor, que os invitamos a compartir periódicamente en nuestro espacio:


BIBLIOGRAFÍA (TEXTOS)

 - Entrevistas a Alan Moore (años 80-actualidad).
- “Forward”. Por Eddie Campbell, 1986
- “The other Alan Moore”. Por Bambos, 1986.
- “Digging up Moore’s underground”. Por Greg Strokecker, 2003.
- “Alan Moore in Sounds Magazine”. Por David Hume, 2003.
- “Alan Moore’s Roscoe Moscow”. Por Andrew Edwards, 2008.
- “Storyteller”. Por Gary Spencer Millidge, 2011
- “Estudio sobre Alan Moore y Northampton”. Por Maese ABL, 2011.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Fantástico, Maese. Tu trabajo y el de otros colaboradores que realizáis codo con codo sobre Alan Moore es encomiable. Gracias.

Maese ABL dijo...

Pues muchas gracias por lo que me toca, aunque la verdad es que el mérito es del trabajo colectivo, y por supuesto del autor, su genialidad nos hace agradable el estudio.